Hay días en los que todo se da la vuelta. Y además de repente. Las caras pasan fugaces, las sensaciones se confunden, y la banda sonora se llena de acordes distintos a los habituales.
Si la necesidad combate, la frivolidad escapa.
Maquillaje de fachada, una estatua esculpida.
"Pero, ¿Cómo lo haces?" "Ah, nada, yo sólo quito de este bloque de piedra lo que sobra". Y tan ancho se quedó.
Una vez alguien me dijo que, antes, los trenes eran como animales mitológicos que simbolizaban la huída, la fuga, la libertad. Y a veces lo pienso, y me dan ganas de montar en uno de esos animales y escapar, lejos. Muy lejos. Para ir a algún sitio, dónde es lo que menos importa.
Y es que, de vez en cuando, es necesario elevarse por encima del punto de vista habitual desde el que miramos la vida, y verla con otros ojos. Desde arriba, bien arriba. Abarcando el presente, el futuro y el pasado, todo el territorio concebido, y más allá.
Aunque bueno, de momento tengo sueño y no parece que haya a la vista ningún acto de rebeldía.