sábado, 19 de diciembre de 2009

No sopor... no sopor....


















Que no paramos, no paramos.

Es evidente que estamos todos rodeados, ¡escapar!

Que odio el tráfico, que no soporto el "porque sí" o "porque no", que mataría a todos los que cuadriculan demasiado todo.

Que no sopor, no soporto el paso del tiempo. Ataques de histeria. ¿Sabes otra cosa? Odio lanzar un papel a la basura, que está a medio metro, y no encestar.

No soporto tampoco los toros ni a los que los defienden, no entiendo por qué a "la juventud de hoy en día" tienen que considerarnos, por descarte, como unos vagos desmotivados y gamberros. ¡Maldita sea!

Odio el suelo de mármol (sí), y odio también eso de que nos traten a todos como borregos.

Odio a muerte el mundo de los modernos que se creen diferentes pero que en realidad son todos igual de diferentes, y que ni se me acerque nadie que me venga hablando de que la homosexualidad es un problema, o de que "los inmigrantes aquí lo único que hacen es quitarnos el trabajo".

Me cago en todo prejuicio y encasillamiento social. No, no soy roja, creo en Dios. Pero no, no voy a misa, para mí Dios no tiene nada que ver con la Iglesia. "¿Pero crees o no?". Pues no tengo problema en llamar a eso en lo que creo "Dios". (¿Qué pasa, que ahora está de moda llamarlo de otra manera para ir de guay, o qué?)

No sopor.. no soporto a esas personas que tienen una manía persecutoria y se creen que todo el mundo va contra ellas, y me pone muy, muy nerviosa que la gente, mientras dibujo, me pregunte: "¿Quién es?" ¡¡No es nadie, joder!! ¡No tiene por qué ser nadie, puede salir de mi imaginación! La mayoría de veces es así, de hecho.



Pero ay, amigos. No fasidies, también adoro el suelo de madera y las casas que reflejan tal armonía y equilibrío que no es que representen la personalidad de la persona, sino a la persona en sí.
El invierno, el chocolate, una peli en casa de Coco, ya lo saben ustedes, lo digo siempre.
La rutina no me desagrada, para nada. Momentos dulces siempre los hay, aunque sólo sea el llegar a casa y sentarte un rato en el sofá.
El teatro, el cine, la música. (Vivir sin música, efectivamente, sería un suicidio)
Valencia entre agetreo con Beirut de fondo, las muestras de cariño sincera, esos abrazos..
Ikea, sí. (sí)
El color de los árboles de Cuenca en otoño, los momentos de locura transitoria (con toda mi alma)
Los edificios antiguos del centro de las ciudades, Buenos Aires...
Madrid..


En fin, sólo pasaba por aquí.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Esto es lo que pasa cuando no someto mis ideas al filtro de la racionalidad

Corrigiendo las perfectas imperfecciones de mi habitación diminuta, fui poco a poco recorriendo las paredes en una rápida pero concisa mirada. Las ya típicas formas del gotelé definían el principio y el final, que poco a poco iba dándose lugar a sí mismo.
¡Qué pequeña resultaba ahora! Las fotos desordenadas que cuelgan de una sola chincheta y se tuercen por la corriente del viento ya dan un tono característico, a pesar de que, dependiendo de la estación del año, la colcha de la cama varía.
Recorrí con el dedo la superficie de la mesa. Ni una mota del polvo. No era cosa mía, yo ni siquiera soy un poco maniática. Pero quizás es que alguien se preocupaba por mí, o algún tipo de espíritu superior me mira desde arriba y, como tantas otras veces, ha pensado: “Voy a gastarle una broma”.
Maldita sería la hora en la que te dejé salir de mi vida. Quizás ese fue el preciso y único momento culpable de absolutamente todo lo que vino detrás, todo lo que arrastró y se fue comiendo poco a poco el resto de la existencia. Casi ese tono dejado, típicamente español, me parecería más dulce que recordar tu marcha. Y no es que te odie, ni por lo más mínimo pensé en eso, nadie pudo cambiarlo. Vuelva usted mañana.
Pero no se sabe, nunca se sabe nada.
“Si no hubiera pasado esto, ahora no habría pasado lo aquello otro”. No, maldita sea, ¡No! Todo, absolutamente, es fruto de una cadena de infortunios uno detrás de otro. Van dejando su huella, su rastro, son como una especie de cigarro que deja humo detrás, con la ligera diferencia de que ese humo a veces se queda marcado en el aire para siempre. Y desde ese humo negro, se deriva otra forma distinta. Al igual que las formas que hace un pincel lleno de pintura al diluirlo con el agua, también los dibujos que hace el humo en el aire me encantan. Y hay un tabaco en concreto que me encanta. No fumo ni pienso hacerlo, me refiero al aroma. Indiscutiblemente asqueroso, quizás es que me recuerda a ti.
Como las noches en las que desde mi habitación escuchaba con sigilo y pensamientos modificados vuestras risas en el comedor de la casa. Tú con un modelito a mi juicio de entonces quizás hortera, pero que hoy pagaría por tener. Luciendo los tatuajes de un pasado bucanero de un velero al abordaje, de un “no te quiero querer”. Ya típicas discusiones de la edad, ahora observo con celos. De mi misma, del momento, del jazz o Sabina que sonaban de fondo. Algún día sentiré esto mismo pero del momento actual, quizás. Mi corazón de viajes, que se mueve de un lado a otro sin necesidad alguna de salir del pupitre mismo de mi clase, no hace falta. En realidad, yo nunca estoy donde parezco estar. Nunca. Prefiero vagar por otros sitios, a poder ser no demasiado cercanos, maldita sea. “¿Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar?” Pero es que siempre las hay, no te pierdas, no hace falta.
Es que tengo ganas de sentir algo que sepa seguro que es cierto, que es sincero, que es de dentro. Y quizás apareces en el momento menos pensado, a lo mejor incuso es que hace tiempo que no te veo bien. Sigo aquí. Tú también, supongo. Presente en todo lo que me pasa, a mí y a otros. Me hubiera gustado conocerte mejor, con otros ojos, con otra visión y más experiencia que me permitiera diferenciar entre un mecanismo de defensa del inconsciente y una actitud fácilmente confesable. ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Qué piensas, tú?
Pues que todo lo que pasa, pasa por alguna razón. Así que te haré caso, te escucharé…Espero obtener algún tipo de conclusión, una señal, algo. Simplemente este tren… ¿Por qué? Me he equivocado adrede. Parecía ir buscándolo. Y ahora tendré que asumir mis consecuencias o esperar a que todo se desarrolle, esperemos que a mejor. Ojalá algún día te vea, pintando el cielo, o en una casa blanca, en algún sitio escondido, subida en un dragón o esperando al metro. Pero espérame… Quiero ir contigo. A donde sea, no me importa. “Si nos equivocamos de tren, será porque así tenía que ser”
En fin.
Uno tras otro…
Sin tesis, ni analizante ni sintetizante.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Los comentarios de Filosofía

Esto, en realidad, es una obra de arte.
Los comentarios de Platón han calado en mí, ahora veo Ideas innatas por todas partes y siempre tiendo a poner esa palabra con mayúscula.
Cuestión primera: Sintetiza las ideas principales del texto mostrando en tu resumen la estructura argumentativa o expositiva llevada a cabo por el autor.

En fin, por fin se han terminado.
Mientras tanto camino por mi cuarto y miro de reojo los folios y más folios que llené escribiendo sobre la Educación en la Justicia, y tiemblo.

Ah, no, pero aquí estoy, escribiendo en el blog nuevo (que no sé muy bien cuánto tiempo va a durar), y resistiéndome a sentarme en la mesa para plantar cara... a Hume.

Así que nada, este blog va cambiando con mi persona.

martes, 8 de diciembre de 2009

Cómo hacer un buen Colacao

Hoy he descubierto que por mucho que llevara toda la vida pensando que sabía perfectamente cómo preparar un colacao (o simplemente estando segura de que no era necesaria una técnica en concreto), sí que hay una manera, además determinada, de hacerlo. Y sale perfecto:

"Cómo hacer tu ColaCao:
-Deposita dos cucharaditas de ColaCao y vierte una ligera cantidad de leche.
-Ahora, remueve la mezcla hasta que se quede homogénea y del mismo color.
-Por último, añade más leche mientras remueves con la cucharita hasta obtener tu ColaCao.
Y ya puedes disfrutarlo!"

Muchos no le darán importancia, pero creanme, es la técnica perfecta.
Y se queda un sabor dulce y espumoso que deja resto en la comisura de los labios...