A veces leo lo que escribía hace unos años y me caigo mal.
Me pregunto si me pasará lo mismo dentro de un tiempo con la yo de ahora...
viernes, 9 de agosto de 2013
jueves, 8 de agosto de 2013
Dónde fijarse
Hagas lo que hagas en el mundo del arte, no te fijes sólo en lo que han hecho otros en tu campo.
Fíjate en muchas otras cosas más. Aunque sólo hagas esculturas, ve al cine, escucha música, mira fotografía, diseño... y bueno, todo lo que caiga. Hasta observar el trabajo de un albañil puede ser constructivo. Cualquier influencia es buena y cuanto más se abran los horizontes, mejor.
Fíjate en muchas otras cosas más. Aunque sólo hagas esculturas, ve al cine, escucha música, mira fotografía, diseño... y bueno, todo lo que caiga. Hasta observar el trabajo de un albañil puede ser constructivo. Cualquier influencia es buena y cuanto más se abran los horizontes, mejor.
martes, 6 de agosto de 2013
No está de moda ser optimista II
El otro día, en Facebook, me encontré con una foto que decía algo así como:
"Tu optimismo aburre."
Y me dio por pensar.
Claro, yo, desde fuera, debo estar rozando el límite para dar asco. Últimamente todo lo que publico o doy a conocer de alguna manera es una exaltación de mi energía positiva.
...
No hay que confundir el optimismo con la ingenuidad o el desconocimiento de la realidad. Que yo me muestre positiva ante la vida no quiere decir que no conozca lo terrible que puede llegar a ser. Creo que sé de sobra lo cruel que puede ser la existencia y las duras pruebas que te puede poner, incluso cuando realmente no estás preparado para superarlas. Si te pasas los días alimentando el espíritu pesimista, el día que de verdad venga un bache importante, ¿Cómo vas a reaccionar?
No podemos elegir lo que nos toca vivir, pero sí debemos decidir cómo tomarnos las cosas. No eres responsable de lo que te pasa, pero sí de tus respuestas ante las situaciones.
"Tu optimismo aburre."
Y me dio por pensar.
Claro, yo, desde fuera, debo estar rozando el límite para dar asco. Últimamente todo lo que publico o doy a conocer de alguna manera es una exaltación de mi energía positiva.
...
No hay que confundir el optimismo con la ingenuidad o el desconocimiento de la realidad. Que yo me muestre positiva ante la vida no quiere decir que no conozca lo terrible que puede llegar a ser. Creo que sé de sobra lo cruel que puede ser la existencia y las duras pruebas que te puede poner, incluso cuando realmente no estás preparado para superarlas. Si te pasas los días alimentando el espíritu pesimista, el día que de verdad venga un bache importante, ¿Cómo vas a reaccionar?
No podemos elegir lo que nos toca vivir, pero sí debemos decidir cómo tomarnos las cosas. No eres responsable de lo que te pasa, pero sí de tus respuestas ante las situaciones.
La esencia de la grandeza radica en la capacidad de optar por la propia realización personal en circunstancias en las que otras personas optan por la locura.
sábado, 6 de julio de 2013
martes, 28 de mayo de 2013
La quesería suiza
Acabo de recordar, así, de repente, una de las experiencias más surrealistas que he vivido en mi vida. Y os la cuento aquí, por si a alguien le apetece escuchar una historia curiosa.
Este verano pasado fuimos a un campamento en Suiza, y una de las cosas que hicimos fue visitar una Quesería auténtica, en mitad de la montaña y prácticamente inaccesible a no ser que se tengan unas buenas piernas.
Para llegar al sitio en cuestión hacían falta unas varias horas de caminata, así que emprendimos la marcha como a las 6:30 de la mañana, si no recuerdo mal. Para empezar bien, ese día llovía bastante, y con la niebla matutina, os aseguro que tuve grandes tentaciones de "desaparecer misteriosamente" y quedarme durmiendo en la tienda.
A pesar de eso, nos pusimos el chubasquero y empezamos a andar intentando ser felices y contentos. Yo no hacía una marcha decente desde hacía un montón de años (si es que a eso se le puede llamar marcha), y de verdad, me costó mucho. Al principio era llano, pero después hubo que subir andando por un sendero estrechísimo, más vertical que otra cosa, que tenía escalones de madera incrustados en el barro para que pudieses subir mejor (sólo los suizos se dedican a poner escalones por la montaña). Mis pies iban nadando dentro de las botas de lo mojados que estaban, y la niebla no se iba...
Hubo un par de momentos que me enfadé mucho y me quise plantar. Pero no sé, seguimos caminando (supongo que no era para tanto), y al final, llegamos a la Quesería.
El sitio en cuestión era inaccesible para cualquier vehículo, y aún así, ahí vivía una señora con su familia ordeñando vacas. Creo que coincidiré con todos si afirmo que estábamos hasta las narices y muertos de frío, pero ATENCIÓN, no llegaban a las 10 de la mañana, que era cuando la santa señora abría su chiringuito, así que, sí, nos dejó fuera, mientras llovía y no sé qué temperatura haría, rodeados de caca de vaca, hasta que a las 10 le dio por abrir.
Era una casa muy pequeñita, pero acogedora :) Nos sirvió varias tablas de quesos y leche recién ordeñada que me supo a gloria. Los que pudimos, nos cambiamos los calcetines y nos pusimos otros secos. La señora sólo hablaba alemán, así que menos mal que íbamos con Carlos, Edi y Sergio. Gracias a ellos pudimos entender el SEÑOR PRECIO que nos puso a los quesos y la leche.
No recuerdo cuánto era, pero sí la cara de susto que se nos quedó a todos. Menos mal que Bea llevaba el dinero en cuestión, porque me parece que no contábamos con eso, y no sé qué hubiera sido de nosotros. A lo mejor hubiéramos sido el próximo objetivo del ordeñamiento de la abuelita suiza.
En fin. Que no sé, me acuerdo ahora, en frente del ordenador en una casa en el mediterráneo, y pienso que sacado de contexto es una de las cosas más raras que me han pasado nunca.
Pero también una de las más bonitas :)
Este verano pasado fuimos a un campamento en Suiza, y una de las cosas que hicimos fue visitar una Quesería auténtica, en mitad de la montaña y prácticamente inaccesible a no ser que se tengan unas buenas piernas.
Para llegar al sitio en cuestión hacían falta unas varias horas de caminata, así que emprendimos la marcha como a las 6:30 de la mañana, si no recuerdo mal. Para empezar bien, ese día llovía bastante, y con la niebla matutina, os aseguro que tuve grandes tentaciones de "desaparecer misteriosamente" y quedarme durmiendo en la tienda.
A pesar de eso, nos pusimos el chubasquero y empezamos a andar intentando ser felices y contentos. Yo no hacía una marcha decente desde hacía un montón de años (si es que a eso se le puede llamar marcha), y de verdad, me costó mucho. Al principio era llano, pero después hubo que subir andando por un sendero estrechísimo, más vertical que otra cosa, que tenía escalones de madera incrustados en el barro para que pudieses subir mejor (sólo los suizos se dedican a poner escalones por la montaña). Mis pies iban nadando dentro de las botas de lo mojados que estaban, y la niebla no se iba...
Hubo un par de momentos que me enfadé mucho y me quise plantar. Pero no sé, seguimos caminando (supongo que no era para tanto), y al final, llegamos a la Quesería.
El sitio en cuestión era inaccesible para cualquier vehículo, y aún así, ahí vivía una señora con su familia ordeñando vacas. Creo que coincidiré con todos si afirmo que estábamos hasta las narices y muertos de frío, pero ATENCIÓN, no llegaban a las 10 de la mañana, que era cuando la santa señora abría su chiringuito, así que, sí, nos dejó fuera, mientras llovía y no sé qué temperatura haría, rodeados de caca de vaca, hasta que a las 10 le dio por abrir.
Era una casa muy pequeñita, pero acogedora :) Nos sirvió varias tablas de quesos y leche recién ordeñada que me supo a gloria. Los que pudimos, nos cambiamos los calcetines y nos pusimos otros secos. La señora sólo hablaba alemán, así que menos mal que íbamos con Carlos, Edi y Sergio. Gracias a ellos pudimos entender el SEÑOR PRECIO que nos puso a los quesos y la leche.
No recuerdo cuánto era, pero sí la cara de susto que se nos quedó a todos. Menos mal que Bea llevaba el dinero en cuestión, porque me parece que no contábamos con eso, y no sé qué hubiera sido de nosotros. A lo mejor hubiéramos sido el próximo objetivo del ordeñamiento de la abuelita suiza.
En fin. Que no sé, me acuerdo ahora, en frente del ordenador en una casa en el mediterráneo, y pienso que sacado de contexto es una de las cosas más raras que me han pasado nunca.
Pero también una de las más bonitas :)
martes, 14 de mayo de 2013
La mayoría de pintores actuales no dibujan bien.
Atención: esto no es una verdad suprema.
Es sólo una observación.
Es sólo una observación.
martes, 5 de marzo de 2013
"¿Y ahora qué?"
Me inquieta mucho que en Bellas Artes nos hagan reflexionar tanto sobre nosotros y nuestros intereses personales. ¿Nos querrán convertir en un ejército de personalidades individualistas que se creen especiales?
No, en serio. Yo soy yo, y tengo mis tendencias, mis gustos, gente que me inspira y un camino propio que poco a poco voy creando (¿No?). Durante estos dos años y medio, aunque me cueste reconocerlo, he aprendido muchísimo, pero no puedo evitar verme parte de una producción en cadena de "Egos Agigantados". Yo quiero hacer esto, y quiero sentirme diferente, hacer algo nuevo. Pero es que el de al lado también, y el de más allá, y este, y el otro... Soy una más entre el mar de almas individuales que se sienten únicas. Tengo mi obra, en mi blog. Tengo obsesiones. Me gusta dibujar. Llevo casi tres años en una carrera que me hincha el ego de forma peligrosa. Ya verás cuando salga de aquí.
No sé, siempre me ha gustado pensar que cada uno tenemos nuestro pequeño mundo. Yo me siento cómoda en ese mundo, pero es eso justamente lo que me asusta. Lo protegida que me siento en esa especie de nido que he construido, lo indefensa que me veo de cara al futuro. Qué pánico tengo a terminar la carrera, encontrarme a mí, sola conmigo misma y enfrentarme a la temida pregunta... "¿Y ahora qué?"
¿De verdad me va a servir todo este "hinchamiento" de la personalidad? Me imagino el momento en el que lleguemos a trabajar de lo nuestro (si es que algún día llegamos a eso). Entraremos a una empresa en la que todo el mundo nos mirará por encima del hombro aunque en realidad estén igual que nosotros. El jefe en cuestión nos dejará sin argumentos a la hora de defenderte. No creo que en ese momento valgan los "no, es que yo quiero..." "no, es que a mí me interesa..."...
No sé, sólo lo pienso.
Luego me pongo a hacer un trabajo que me han mandado sobre buscar "referentes" de mi trabajo y me vuelvo a regocijar en mi individualidad. Eh, aquí estoy yo. Yo soy esta. Esto es lo que me interesa. Esto es lo que quiero. Yo. Yo. A mí.
En realidad, ni siquiera me gusta decir que soy "artista". Por dios, eso es una palabra muy gorda.
No, en serio. Yo soy yo, y tengo mis tendencias, mis gustos, gente que me inspira y un camino propio que poco a poco voy creando (¿No?). Durante estos dos años y medio, aunque me cueste reconocerlo, he aprendido muchísimo, pero no puedo evitar verme parte de una producción en cadena de "Egos Agigantados". Yo quiero hacer esto, y quiero sentirme diferente, hacer algo nuevo. Pero es que el de al lado también, y el de más allá, y este, y el otro... Soy una más entre el mar de almas individuales que se sienten únicas. Tengo mi obra, en mi blog. Tengo obsesiones. Me gusta dibujar. Llevo casi tres años en una carrera que me hincha el ego de forma peligrosa. Ya verás cuando salga de aquí.
No sé, siempre me ha gustado pensar que cada uno tenemos nuestro pequeño mundo. Yo me siento cómoda en ese mundo, pero es eso justamente lo que me asusta. Lo protegida que me siento en esa especie de nido que he construido, lo indefensa que me veo de cara al futuro. Qué pánico tengo a terminar la carrera, encontrarme a mí, sola conmigo misma y enfrentarme a la temida pregunta... "¿Y ahora qué?"
¿De verdad me va a servir todo este "hinchamiento" de la personalidad? Me imagino el momento en el que lleguemos a trabajar de lo nuestro (si es que algún día llegamos a eso). Entraremos a una empresa en la que todo el mundo nos mirará por encima del hombro aunque en realidad estén igual que nosotros. El jefe en cuestión nos dejará sin argumentos a la hora de defenderte. No creo que en ese momento valgan los "no, es que yo quiero..." "no, es que a mí me interesa..."...
No sé, sólo lo pienso.
Luego me pongo a hacer un trabajo que me han mandado sobre buscar "referentes" de mi trabajo y me vuelvo a regocijar en mi individualidad. Eh, aquí estoy yo. Yo soy esta. Esto es lo que me interesa. Esto es lo que quiero. Yo. Yo. A mí.
En realidad, ni siquiera me gusta decir que soy "artista". Por dios, eso es una palabra muy gorda.
viernes, 4 de enero de 2013
Felices.
Me acuerdo mucho del día de reyes de cuando era pequeña. Era genial, era uno de los mejores momentos del año. Las vacaciones parecían todavía eternas por delante (?), y esperábamos nerviosísimos la llegada de sus majestades. Los padres estaban contentos, y nosotros también.
Bajábamos con mis abuelos y con Marta a ver la cabalgata, que pasaba cerca de casa. Yo siempre estaba atenta a ver si el rey Baltasar (el mejor , sin duda alguna) me lanzaba algún caramelo, o simplemente, alguna mirada rápida. Mi abuela me abrazaba con su gran abrigo de piel, que se pasaba todo el año deseando sacar en su visita navideña a Madrid (donde hacía frío para ello, se supone).
Luego subíamos a casa, y poníamos tres vasitos de vino y tres platitos de azúcar en el salón. A un lado, mis zapatos, y a otro lado, los de Javi. Luego, en una fila a los pies de la mesa pequeña, los zapatos de todos los mayores.
Y nos íbamos a dormir.
Y mi abuela decía: "¡Yo creo que esta vez sí que los he sentido!"
Y la gran alegría por la mañana, o de madrugada si mamá tenía que irse pronto a trabajar.
Ahora ya no hay niños en casa, ya no hay regalos. En lugar de salir a ver la cabalgata, me paso el día encerrada acabando trabajos a última hora para entregar la semana que viene.
Pero no os confundáis, no voy a terminar esto con el tono melancólico y deprimente de siempre que todo el mundo utiliza para hablar de la navidad. Este recuerdo de los reyes magos me esboza una sonrisita cada vez que me acuerdo. Me gusta mucho recordarlo, es genial. Ojalá algún día pueda hacer que otros niños sientan la misma alegría y la misma emoción. Me gusta ver la mañana del 6 de enero a los pequeños paseando por la calle con sus recién estrenados juguetes, apurados por la prisa de tener que aprovechar el último día antes de ir al cole otra vez.
Eso de que los reyes no existen es mentira. Todo esto es magia de verdad.
Ah, y por si no se ha notado, sí, me gusta la navidad. Ya lo dije en su momento y lo vuelvo a decir ahora. Me encanta. Me revive. Me acogen sus manos frías por fuera y cálidas por dentro, llenas de luces horteras y chocolate a mansalva.
Mañana es el día de reyes. Y vamos a comer con mi abuela. No podrá sacar su abrigo de bisón, porque aquí en Valencia hace tiempo tan tropical que se deberían adornar palmeras en vez de árboles de navidad, pero no creo que eso cambie nada.
Bajábamos con mis abuelos y con Marta a ver la cabalgata, que pasaba cerca de casa. Yo siempre estaba atenta a ver si el rey Baltasar (el mejor , sin duda alguna) me lanzaba algún caramelo, o simplemente, alguna mirada rápida. Mi abuela me abrazaba con su gran abrigo de piel, que se pasaba todo el año deseando sacar en su visita navideña a Madrid (donde hacía frío para ello, se supone).
Luego subíamos a casa, y poníamos tres vasitos de vino y tres platitos de azúcar en el salón. A un lado, mis zapatos, y a otro lado, los de Javi. Luego, en una fila a los pies de la mesa pequeña, los zapatos de todos los mayores.
Y nos íbamos a dormir.
Y mi abuela decía: "¡Yo creo que esta vez sí que los he sentido!"
Y la gran alegría por la mañana, o de madrugada si mamá tenía que irse pronto a trabajar.
Ahora ya no hay niños en casa, ya no hay regalos. En lugar de salir a ver la cabalgata, me paso el día encerrada acabando trabajos a última hora para entregar la semana que viene.
Pero no os confundáis, no voy a terminar esto con el tono melancólico y deprimente de siempre que todo el mundo utiliza para hablar de la navidad. Este recuerdo de los reyes magos me esboza una sonrisita cada vez que me acuerdo. Me gusta mucho recordarlo, es genial. Ojalá algún día pueda hacer que otros niños sientan la misma alegría y la misma emoción. Me gusta ver la mañana del 6 de enero a los pequeños paseando por la calle con sus recién estrenados juguetes, apurados por la prisa de tener que aprovechar el último día antes de ir al cole otra vez.
Eso de que los reyes no existen es mentira. Todo esto es magia de verdad.
Ah, y por si no se ha notado, sí, me gusta la navidad. Ya lo dije en su momento y lo vuelvo a decir ahora. Me encanta. Me revive. Me acogen sus manos frías por fuera y cálidas por dentro, llenas de luces horteras y chocolate a mansalva.
Mañana es el día de reyes. Y vamos a comer con mi abuela. No podrá sacar su abrigo de bisón, porque aquí en Valencia hace tiempo tan tropical que se deberían adornar palmeras en vez de árboles de navidad, pero no creo que eso cambie nada.
Felices reyes.
:)
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