lunes, 23 de noviembre de 2009

El espíritu

Hace tiempo que escribí por algún sitio una pregunta retórica, sobre cuál sería mi decantación definitiva. ¿Racionalismo o sentimentalismo?
Nietzche hacía un análisis sobre la sociedad griega, y estudiaba por qué fue tan brillante, por qué hoy en día sigue siendo un ejemplo de sociedad modelo. Y llegó a la conclusión de que era por encarnar una armonía perfecta entre el espíritu dionisíaco y anopolineo. Apolo, dios del sol, representaba la luz, el equilibrio, la proporción y lo determinado. En cambio, Dionisio era el dios del vino, de lo bohemio, del éxtasis, de lo irracional. Ambos representaban el arte, pero no la misma forma de entenderlo.
Y al igual que la cultura clásica supo combinar los dos espíritus, una persona ha de saber también crear esa simbiosis.
Ahí es cuando alcanza la verdadera plenitud.

La obsesión por el orden mata la vida. Pero el que no sabe asumir responsabilidades no es libre, depende de los demás.

Y así es como me describiría a mí misma. No hay más que entrar en mi habitación para darse cuenta de que hay una parte dionisia muy importante en mí. Pero también sé cuándo tengo que sacar mi parte apolinea y crear orden y armonía, poner límites. No siempre hago lo que querría hacer, es cierto, pero también sé escapar de vez en cuando. Hacer siempre lo que se quiere no es bueno, pero hacer en todo momento lo que se debe tampoco es sano.






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